Urano: ¿misterioso o simplemente desafortunado?

Share

Urano es conocido por ser uno de los planetas más “extraños” del Sistema Solar, pero, según parece, su peculiaridad podría ser sólo el resultado de una desafortunada coincidencia. Un estudio reciente, publicado en Nature Astronomy y dirigido por Jamie Jasinski, del Instituto Tecnológico de California (Caltech), sugiere que las anomalías en el campo magnético de Urano, observadas en 1986 por la nave Voyager 2, fueron causadas por una actividad solar excepcionalmente intensa, y no por alguna característica extraña del propio planeta.
Distancia y misterio
Los objetos más externos del Sistema Solar, como Urano, son difíciles de estudiar: se encuentran a enormes distancias y las sondas tardan años en llegar hasta ellos, enfrentándose además a enormes retos tecnológicos y elevados costes. Urano, por ejemplo, sólo ha sido visitado de cerca una vez, en 1986, cuando el Voyager 2 pasó junto a él a una distancia de 81.000 kilómetros, recogiendo datos fundamentales sobre su atmósfera, estructura interna y campo magnético.
El “viento solar” y su efecto sobre los datos de Urano
Durante este paso histórico, Voyager 2 registró fuertes irregularidades en el campo magnético de Urano, detectando asimetrías y la presencia de electrones altamente energéticos. Hasta hace poco, estos datos se consideraban pruebas de un campo magnético único y complejo, diferente del de otros gigantes gaseosos como Júpiter y Saturno.
Pero ahora, casi 40 años después, los investigadores han hecho un descubrimiento sorprendente: en los días en que la sonda sobrevolaba Urano, el planeta fue golpeado por una intensa oleada de partículas procedentes del Sol. Este viento solar habría alterado el campo magnético del planeta, deformándolo hasta el punto de que parecía tener características especiales.
Si el Voyager 2 hubiera pasado una semana antes...
Si Voyager 2 hubiera sobrevolado Urano incluso una semana antes, lo más probable es que hubiera registrado un campo magnético similar al de los demás planetas gigantes, sin anomalías evidentes. Este estudio cambia la perspectiva sobre Urano, sugiriendo que sus “rarezas” pueden depender más de condiciones externas que de peculiaridades reales del planeta.