Bajo la corteza helada de Encélado, la pequeña luna de Saturno que lleva años intrigando a los científicos, podría esconderse un océano capaz de mantener la vida de forma estable. Así lo revela un nuevo estudio, basado en los datos de la misión Cassini, que reconstruye el balance energético del satélite y revela un detalle sorprendente: el calor no solo proviene del famoso polo sur, atravesado por chorros de agua que se elevan hacia el espacio, sino también del polo norte, considerado hasta ahora “silencioso”.
Según los autores, el flujo térmico total ronda los 54 gigavatios, una potencia compatible con las fuerzas mareales que agitan la luna y suficiente para mantener líquido el océano subterráneo durante largos periodos de tiempo. Se trata de una pista muy valiosa, ya que la estabilidad a lo largo del tiempo es uno de los requisitos fundamentales para que puedan desarrollarse y persistir posibles formas de vida.
Quedan preguntas cruciales, sobre todo cuánto tiempo lleva existiendo ese océano. Pero cada nuevo dato añade una pieza a un cuadro cada vez más fascinante: en un mundo lejano y helado, donde la luz del sol es solo un destello, podría haber un mar que palpita de energía y posibilidades.